Escondido entre las extensas lianas de una selva infinita, el espíritu maya gobierna con poderoso misticismo por sobre todo el estado de Yucatán y sus alrededores. Este lugar habitado por dioses, rugidos de jaguar y decenas de antiguas ciudades, grita una sola consigna: ¡bienvenido al reino de las historias milenarias!
Con solo dar unos pasos sobre los húmedos suelos de esta región, la esencia de la cultura de antaño brota a la menor provocación, impregnando a todo objeto y ser vivo que se encuentre en su dominio. Esta tierra maya es hogar de soles, de cenotes, del culto a Kukulkán e Itzamná y de todas aquellas almas que tras miles de años siguen cobijando a todo lo que aquí existe.
De Celestún a Ek Balam, atravesando la blancura de la capital –Mérida–, la magia dorada de Izamal, la mítica belleza de Chichén-Itzá y la cálida sobriedad de Valladolid, este sitio logra arrancar un sinfín de suspiros, al igual que lo hace su gastronomía, una de las más exquisitas y complejas en territorio mexicano no solo por sus aromáticos ingredientes y métodos de preparación, sino porque es una de las pocas a nivel mundial que envuelve a la familia completa, uniendo y forjando un entrañable sentido de colaboración que acompaña a los yucatecos desde hace varios siglos; no es de extrañar que esta sea una de las estrellas que brilla sobre la corona del turismo y la hospitalidad nacional.
Famoso por albergar un puñado de haciendas henequeneras, que fueron encargadas de tejer el presente del que gozamos en la península, hoy ha convertido a aquellas antiguas casonas en santuarios que ofrecen experiencias extraordinarias al viajero más exigente; aquel que con nada se conforma y todo lo quiere, lo busca y lo demanda. Y es que si hay una tierra para dar rienda suelta a los caprichos, en NUBA Incoming sabemos que esta es la indicada.